Todos los días...

Y si, extraño la ciudad de todos los días.

Me cuesta un poco acostumbrarme a caminar tranquila, sin prisas, extraño los buenos cafecitos con sus buenas conversaciones en buenos y bonitos lugares ¿ superficial en una ciudad donde se mata por placer? no creo, cada quien se puede dar sus gustitos y ese era uno de los míos.

Aunque no vivía en la ciudad me sentía parte del centro histórico, viajaba todos los días por la mañana y por la tarde, cuatro horas diarias en la ruleta rusa extraurbana, excepto las noches que prefería esperar caer la tarde en el parque central y esperar los acontecimientos nocturnos de grueso calibre cultural... aunque el año pasado, cumpliendose el sexto año seguido de viajadera lloraba algunas veces, mejor dicho ya varias noches seguidas, luego tremendos de sustos o de rabia por tanto dolor condensado tanto en mi espalda como en la gente que viajaba a la misma hora que yo.

Y si, extraño la ciudad, me consideré siempre un animalito de ciudad, de ciudad como la capital, y ahora estoy más tranquila y amanezco de mejor humor cada día, me da tiempo de desayunar y a veces hasta de hacer ejercicio y bailar un poquito antes de salir al trabajo, reviso con gusto las tareas escolares de José, estoy terminando de leer los libros que tenía pendientes, doy paseitos taciturnos con mi cachorrito (osea mi hijo), ordeno mis cachivaches caseros y hasta sembré una planta ...suena un poco cursi, pero son las cosas que no me daban tiempo de hacer.

Este es el principio, desde ya veo que mi nuevo camino tiene rumbos y giros inesperados.

Pero eso si, el caos de adentro, ese se queda conmigo, me acompaña fiel, aunque presiento que no le esta gustando tanto como a mi la vida de pueblo.